domingo, 21 de abril de 2013

Lo que dices desear y lo que realmente deseas

Non enim omnis error stultitia dicenda est.

("No todo error debe calificarse de necedad".
 Cicerón, De Divinatione, 2, 43, 90.  Traducción de Neus Galí).


Este post es el sexto de una serie prevista de 15 entregas (tres por semana) que trata acerca del proceso de una joven de 24 años en su empeño por ser feliz. El morfopsicólogo Àlex Martínez Miralpeix y el consultor de comunicación Jose Hermida acompañarán a María a lo largo de la experiencia. Los nombres y lugares se han adaptado a la narración para preservar la intimidad del personaje real.

RESUMEN DE LO PUBLICADO:

Entrega 1.  "ME VA MAL CON LOS CHICOS"(pulsar AQUÍ para ir al primer capítulo).  
Entrega 2 "¡QUIERO SEDUCIR A QUIEN YO QUIERA" (pulsar AQUÍ  para ir al segundo capítulo). 
Entrega 3 "LO QUE DICE TU ROSTRO Y LO QUE TÚ CREES QUE DICE" (pulsar AQUÍ  para ir al tercer capítulo).
Entrega 4 "USO, ABUSO Y DESUSO DE LAS EMOCIONES" (pulsar AQUÍ  para ir al cuarto capítulo).
Entrega 5 "COLABORACIÓN, CONFRONTACIÓN, INDIFERENCIA" (pulsar AQUÍ  para ir al quinto capítulo).
 
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Cuando digo "me gustas" ¿realmente estoy diciendo "me gustas" o más bien digo:"me gustaría que me gustases"?

Cuando pienso "no sé si me gustas", ¿estoy creyendo lo que pienso o en realidad estoy pensando "¡no tengo otra oportunidad a mano de entablar una relación con alguien que verdaderamente pudiese gustarme!".

A menudo sentimos la tendencia a dar por ciertas nuestras convicciones más allá de toda verificación. Es como un impulso irresistible a la hora de presentarse ante los demás como personas que sabemos lo que hacemos, lo que decimos y lo que queremos... aunque nos sintamos inseguros acerca de lo que hacemos y lo que hacemos realmente coincide con lo que decimos y si lo que decimos es aquello que ciertamente queremos decir.

¿Se trata de hipocresía? No exactamente.

La hipocresía tiene alguna forma de utilidad en la vida social. Pero cuando usamos la hipocresía con nosotros mismos sólo nos hacemos daño.  Ejemplo: "¡Me alegro de verte de nuevo!" es una expresión que está bien y no comporta ningún compromiso. A eso se le llama, muy acertadamente, "inteligencia social", y es muy importante en nuestra vida cotidiana (por cierto: posiblemente su origen provenga de nuestros antepasados más remotos, cuando se dieron la mano para demostrar que no ocultaban una piedra dentro de ella a fin de partinos el cráneo. Hoy a eso lo llamamos "buena educación"). Sin embargo, cuando deseo ser el novio/a de A, pero A está por encima de nuestras posibilidades y nos decimos a nosotros mismos que "A no nos gusta" nos mentimos sin pudor alguno, y con ello, estamos fabricando nuestra propia tortura. No solamente eso: dificultamos hasta extremos inconcebibles toda oportunidad de entablar contacto con alguien que realmente pueda hacernos felices.

¿Vamos viendo ya de qué va la cosa?

A las dos opciones las denominados Preferencia y Metapreferencia:

PREFERENCIA: lo que realmente deseamos.
METAPREFERENCIA: lo que simulamos desear.
 Si no tenemos el coraje (no es una cuestión de inteligencia) de distinguir entre lo uno y lo otro, viviremos entre sombras.

Y sufriremos.

Y aquí fue donde empezó de verdad María a pasarlo mal. Se le propuso que aplicase su atención para distinguir en todo momento la diferencia entre uno y otro concepto... pero lo que hizo fue usar su energía personal para tergiversar la interpretación del concepto.
 
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Esa es una de las partes menos agradables de la inteligencia. María era inteligente, sin lugar a dudas, pero utilizaba esa inteligencia para tergiversar los mensajes que trataba de transmitir, así como los que recibía. Al mismo tiempo, sus emociones contaminaban la estructura de esos mensajes, confundiendo (o incluso atemorizando) a sus interlocutores.

Creaba distancias.
 
***
¡Qué retorcidos somos los seres humanos! ¿A que sí? 

Pero no olvidemos las palabras de Freud: 
"Nuestra verdadera fuerza consiste en conocer en qué somos débiles".
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La  pregunta ahora era la siguiente: ¿tendría María el valor suficiente para descubrir en qué era débil?


 Para ello le propusimos la realización de dos tests.

Por cierto, esos tests los puedes hacer tú también, porque ya sabemos de antemano el significado de tus respuestas. ¿No te lo crees? Pues espera a la siguiente entrega y verás.

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